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Aquel Día en Idahue

Aquel Día en Idahue
Entre café recién molido por Juan, frutas, almuerzo rico, calor, el zumbido de los insectos, el milagro de unos jardines en agua, parras salvajes, una piscina abandonada y cinematográfica, una huerta, varios cambios de ropa y plenitud, Paula y Juan conversaron, se rieron y por momentos se mimetizaron: los dos con sus facciones angulosas y sus narices con carácter.
El día completo transcurrió en una extraña mezcla entre sueño y realidad. Tal vez por el calor. Tal vez por la intensidad del paisaje fascinante construido por Juan, donde el tiempo parece transcurrir de un modo distinto al de Santiago.
Después de ese día precioso en Idahue, Paula y Juan volvieron a encontrarse. Aquí el registro de esa conversación llena de curiosidad del uno por el otro. Un registro que reproducimos como si se tratase de una fotografía.

Rita Cox F.
Producción del registro

Mundos Propios

Juan: ¿En qué has estado?

Paula: Han sido semanas bien intensas y felices. Estaba desesperada por volver a trabajar.

Juan: ¿Y cómo es un día de trabajo típico tuyo?

Paula: Las rutinas de las grabaciones no son muy rutinas. A veces los actores grabamos todo el día o a veces sólo dos horas. He estado estudiando mucho. Soy muy estudiosa, entonces me dedico mucho a las escenas. Para sentirme segura necesito constatar que me las sé muy bien. Los días libres que tengo, los domingos, por ejemplo, estudio toda la semana de grabaciones que tengo por delante, y eso me permite en el día a día ir repasando lo que me va a tocar al día siguiente.

Juan: ¿Cómo fue volver a grabar después de tanto tiempo?

Paula: Fue bien fuerte. El primer día sentí que se me había olvidado actuar. Pero tuve escenas emocionales que me ayudaron a conectarme. Las escenas de acción son más físicas, menos demandantes de lo que es el personaje interiormente. En paralelo, he estado integrándome al equipo de Mega, con lecturas, y ha sido interesante tener ambas experiencias. Son aproximaciones distintas a la actuación.

Juan: ¿Qué es eso de Mega? No cacho.

Paula: Es una teleserie nueva.

Juan: ¿Cuántas páginas te tienes que aprender? Encuentro demasiado peludo tener que aprenderse textos de memoria.

Paula: Yo me aprendo muy fácil las cosas de memoria. Las leo y ya me las sé. Tengo buena memoria visual. Lo que hago es escribir en un cuaderno todas mis escenas para estar al tanto de la continuidad de mi personaje, porque uno graba las escenas saltadas. De repente grabas el capitulo uno y el ocho el mismo día, entonces necesito saber bien en qué está emocionalmente el personaje, qué le ha pasado y lo que le va a pasar. Podría no escribir las escenas, pero es más que nada un asunto de seguridad: para llegar segura a grabar.

Juan: ¿Y se permite decir algo que no sea textual? ¿Respetar la idea, pero improvisar un poco?

 

Paula: Soy seca para hacer eso. Cuando siento que las cosas están escritas muy duras, o yo no diría eso, lo cambio. En general todos los directores y directoras con los que he trabajado me lo han permitido. Pero sé que también están los que exigen respetar la palabra exacta, hasta la coma. Uno tiene que ser flexible a eso.

Juan: Parece que Haneke (Peter, director de cine australiano) no permite cambiar nada.

Paula: Me imagino que no

Juan: ¿Cuántas horas de trabajo al día implica una teleserie? ¿Ocho?

Paula: Más. Son como once.

Juan: ¡Once horas! ¿Qué edad tenías cuando hiciste la primera?

Paula: 21. Estaba estudiando todavía.

Juan: ¿Y tus compañeros de escuela te odiaban, te envidiaban por tener pega a los 21 años?

Paula: Fue difícil, porque era la que siempre tenía problemas de horario para ensayar, ya que estaba trabajando. Igual ensayaba siempre, tal vez llegaba más tarde o ensayaba en horarios más reducidos. Pero a veces me decían que yo era culpable de cosas que no creo que hayan sido mi culpa. Entiendo que debe haber sido una lata ensayar conmigo, ya que debían adecuarse a mis horarios. Pero creo también que me juzgaban harto por cosas que no eran de mi responsabilidad.

Juan: ¿Te iba bien en la escuela?

Paula: Sí, me iba bien, tenía buenas notas.

Juan: Bueno, eso da una dignidad, ¿o no? Si eres la alumna linda y famosa y te sacas puros cuatros, es medio decadente y nadie te respeta.

Paula: Eso no. ¿Y tú, dónde estudiaste?

Juan: Estudié en la Chile. Artes Visuales se llamaba la carrera.

Paula: ¿Y te gustó?

 

Juan: Aprendí mucho, me enseñaron hartas cosas. Lo principal fue la cantidad de artistas y de nombres que escuché y que comencé a atesorar. Aprendí a editar y a asumir que no todas las cosas que uno hace son buenas. Aprendí a dialogar con los trabajos de otras personas.

 

Juan: Asumí que hay arte que no me interesa. Y la Chile era –y sigue siéndolo– bien heterogénea en cuanto al tipo de alumnos. Eso fue muy positivo. Pero también es una escuela bien depresiva y decadente. Había que estar con el ánimo bien en alto para no bajonearse. El lugar es bien feo y cuando yo estaba había una cosa media autodestructiva-depresiva-decadente, pero con gente luminosa como la Natalia Babarovic y Francisco Brugnoli. Yo era bien mateo y no tuve mucha vida social en esa época. Prefería quedarme hasta la una de la mañana en el taller de grabado, trabajando.

Paula: Imagino que la carrera de artista visual es bien solitaria, ¿o no?

Juan: Es al revés que ustedes los actores. Pero imagino que los actores también deben necesitar momentos de soledad. ¿Tú te aprendes los guiones sola?

Paula: La parte del estudio y del trabajo de personaje es más solitario. Igual la soledad requiere de una disciplina que el colectivo no exige. Yo soy bien disciplinada, pero si todo dependiera de mí, tal vez me daría más licencias. No sé si te pasa. Si tienes un ensayo o una reunión, estás obligada a ir. Hay más gente involucrada.

 

 

 

La Felicidad del Jardín

Paula: ¿Y tú, en que has estado?

Juan: Estuve dos semanas en la playa. No iba hace demasiado tiempo. Me tocaron casi todos los días nublados, así que no fue de echarse en la arena a tomar sol. Armé rutas de caminatas y como era plena primavera, vi muchas flores que no sabía que existían en Chile. Caminé mucho, comí rico, hice todas esas cosas que se hacen en vacaciones, y también hice un retrato, un encargo, y me quedó horrendo. Tengo que hacerlo nuevamente. O sea, no sé, pero tú si tienes cero ganas, tiene que actuar nomás. Yo, en cambio, si no tengo ganas de pintar, me quedo con la frustración solitaria. Y hace rato que no tengo ganas de pintar. Se tiene que ir la primavera y llegar el verano que odio.

Paula: ¿Te carga el verano?

Juan: Me carga. Después de la playa, volví a Idahue y los lirios se habían apagado ya. Quedaban como cuatro, pero el jardín está aún más lindo. Explotaron las amapolas y otras flores. Está realmente sorprendente. Y son tantas las cosas que hay que hacer en el jardín: desmalezar, regar, plantar. En la playa fui a todos los jardines y viveros preciosos, entre Marbella y Laguna. Jardines costeros con especies que no venden en el interior, entonces compré miles de plantas y las planté cuando volví a Idahue. Estoy más jardinero que pintor, porque todavía es primavera.

Paula: Sentí mucha felicidad en Idahue. Un respiro estar cerca de la naturaleza. Fue un día hermoso. Se me abrió la idea, la fantasía, de irme a vivir fuera de Santiago. Una fantasía bastante imposible por mi profesión, donde todo es colectivo. Me sentí dentro de una película en ese jardín maravilloso. ¿Siempre te gustaron las plantas?

Juan: El interés por las plantas y por la pintura viene desde chico. Solo he hecho esas dos cosas en la vida, concentradamente. Partí a los ocho años con las dos cosas. No tengo un antes y un después. Yo creo que cualquier cosa que a uno le guste y sea disciplinado, después de veinte años obviamente terminas sabiendo mucho. Esa continuidad hace que tengas habilidades. La motivación de irme de la ciudad tiene que ver con las pantas. En la ciudad no puedo tener una casa con un jardín gigante, que fue lo que tuve cuando era chico. La casa de mi familia era como una parcela en Santiago.

Paula: Por eso te fuiste de Santiago…

Juan: Por la necesidad de tener un jardín y asumir que la ciudad se trasformó. La ciudad es un lugar que yo ya no conozco y es demasiado cara. Y no soy un tipo trabajólico. La plata a mí se me olvida, o no me interesa, y nunca tengo grandes sumas de plata y no tengo puesto ese chip en la cabeza. No me puedo concentrar en comprarme una casa o un departamento. En cambio, en el campo se necesita muy poco para vivir. Está perfecto. Además, no sé manejar y aquí no necesito auto.

Paula: Yo odio manejar, soy muy mala.

Juan: Igual me parece que tú eres como bien solitaria, de estar en tu casa, leer, estudiar. Yo creo que somos bien pernos los dos.

Paula: Sí, totalmente. Yo creo que los dos somos solitarios, encerrados en nuestros mundos. Tal vez medios etéreos.

Juan: Yo soy bien desconcentrado y lento para todo. Me cuesta mucho todo y eso me está comenzado a no gustar. Creo que hay que asumir que la que vida es una cantidad limitada de tiempo y que hay que concentrarse en producir algo contundente para luego irse tranquilo. No sé si me entiendes.

Paula: Yo soy súper práctica. Tengo mi Capricornio brígido. Cuando me refiero a ser solitaria, y prefiero no usar la palabra antisocial, que me parece fea, es que soy de dedicarme mucho a lo que me interesa, a lo que quiero. Cuando estaba en la escuela y a la vez trabajaba, los tiempos de ocio y de carrete o de fiesta se redujeron mucho. Pero ese tiempo no es algo que me haya faltado o que ahora extrañe o que me provoque pena. Igual entiendo que hay gente súper feliz priorizando la vida social. Me pasa, además, que yo soy muy tímida, entonces llego a un lugar donde no conozco a nadie y lo único que se me ocurre es fingir que me están llamando por teléfono y salir arrancando.

Juan: Es que para ser un buen actor tienes que ser mateo, a no ser que seas un genio talentoso. Me parece muy difícil. Yo soy muy amigo de la Paloma (Moreno, también actriz) y la veo aprendiéndose unas cosas que yo jamás podría. Pero es así como se desarrollan los músculos de las cabezas. En la pintura pasa parecido. Tú me decías que después de meses sin actuar te fue difícil volver a hacerlo. Me pasa lo mismo. Cuando retomo me cuesta mucho volver a pintar bien. Me demoro quince pinturas en poder volver a agarrar el vuelo.

Paula: Pasa eso con los oficios. Hay que practicar y practicar. Uno puede saber infinito de teoría de la actuación, pero si no practico… En ese sentido las teleseries, con quince escenas diarias, son una práctica increíble. En la actuación hay que saber cómo entrar a la emoción que te exige el personaje y, para eso, hay que estudiarse a uno mismo. Grabar y verse; ver si lo que necesitabas proyectar lo pudiste hacer o no; cómo lograrlo. Hay que tener todo el rato una distancia de uno mismo y, al mismo tiempo, estar dentro de uno mismo. Son muchas horas de estudio, porque es aprenderse el guión, pero también es ver referentes. Ver películas con actrices y actores que me gustan, ver sus primeros planos y entender cómo lo hacen para transmitir lo que necesitan transmitir.



 

 

Limpiar las Energías y
Trabajar la Concentración

Juan: ¿Qué otras herramientas tienes para tener ese foco en tu trabajo? Además de tu cuaderno donde escribes tus textos, ser matea, ver referencias.

Paula: Voy a terapia hace como cinco años. Mi mamá, que es muy lúcida, me dijo que podía ser bueno ir a terapia cuando entré a trabajar a la tele, porque me iba a enfrentar a algo desconocido. Ha sido una herramienta de autoconocimiento muy importante. Por otro lado, me considero una persona espiritual, no católica ni religiosa, pero espiritual. He recurrido a brujas para limpiar las energías. Y duermo mucho, mucho, como una guagua. Duermo desde las once de la noche hasta las nueve de la mañana si es que puedo y, además, cada vez que es posible duermo siestas de dos horas. Me acuerdo de casi todos mis sueños. Muchos son muy arquetípicos. Creo que ese espacio de sueño me ayuda un montón. También me ayuda estar cerca de mi familia y de mi pololo. Todo eso me ayuda en mi trabajo y me ayuda a mantener los pies en la tierra, porque, especialmente en la televisión, uno a veces ve transformaciones en las personas. Ves personas que empiezan a creer que ya saben todo y como actor hay que tener mucho cuidado con eso, porque provoca una mecanización. ¿Y tú, Juan, qué haces para concentrarte en lo tuyo?

Juan: Para llegar a esa concentración son muchas horas pintando. Muchas, muchas horas. Solo eso me ha hecho pintar mejor. Y siempre estoy estudiando pintura y a los pintores que me gustan. Cuando estudias a un pintor aparecen cinco más y mil imágenes más. Es una cosa que nunca se acaba. Pero igual, si me lleno mucho de imágenes, es inevitable no influenciarse y caer en la tentación, incluso inconsciente, de copiar. En eso trato de no perderme, incluso respecto de los motivos que pinto. Por eso las naturalezas muertas, que es el último ejercicio grande que he hecho y que pienso seguir haciendo, creo que es el más noble que hecho, porque pinto desde lo real y no a partir de una foto o una imagen que salió de otra cabeza. No hay una manipulación estética de por medio. El año pasado estuve muy concentrado en eso y creo que logré hacer pinturas muy buenas. Pero, insisto, yo no necesito meditar o hacer yoga para pintar bien. Solo necesito pintar mucho y es muy difícil estar en esa ecuación perfecta.

Paula: Debe ser cansador.

Juan: Es un ejercicio físico que cansa bastante y no sé por qué. Tampoco es que estés haciendo flexiones. Me pasa que cuando termino de pintar, y la pintura quedó bien, me dan ganas de celebrar, porque hay un objeto nuevo en el mundo que puede ser valioso. También quedo muerto. He pintado pinturas muy buenas con caña y otras veces que he tenido un día supuestamente perfecto y ordenado para pintar y la pintura me ha quedado enferma de mala.

 

Paula: Es verdad que el acto creativo es cansador. Cuando termina me da un poco de pena. Tiene que ver, como dices, con la energía que significa poner un objeto nuevo en el mundo. También con el fin de algo y con dejar de ver a los compañeros y compañeras de trabajo. Es estar en cien y después no estar en nada.

 

 

Juan: Cuando hago una pintura buena la miro feliz y quedo feliz. El duelo es cuando la compra o adquiere –no sé cómo se dice– alguien y sé que no la voy a ver más. Por eso trato de que esas pinturas que son realmente buenas, que en mi caso deben ser unas cinco, las tenga gente que está vinculada conmigo para siempre.

Paula: Quiero volver a esa búsqueda en la pintura de la que hablas, porque me hace mucho sentido. Antes de conocerte a ti, conocí tu pintura en Instagram y me encantó. Vi una especificidad, algo único. Me gusta eso que me pasa con algunas personas, de conocer primero su trabajo y que desde allí nazca esta especie de enamoramiento, que no es sexual, y que me pasa contigo y que provoca las ganas de conocerte.

Juan: Qué amorosa eres.

Vértigo

Juan: Paula, ¿has hecho obras de teatro?

Paula: Después de la escuela, donde era todo teatro, he hecho dos obras profesionalmente, hace bastante tiempo ya. Quiero volver a hacer.

Juan: Cada vez que veo teatro me pasa que me da un vértigo tremendo. ¿Qué sucede si te equivocas o si te sangra la nariz?

Paula: Es horroroso.

Juan: Debe serlo. Al contrario de la pintura, que es un trabajo que se lleva a cabo en privado. Claro, para las inauguraciones de exposiciones lo paso pésimo, me tengo que tomar un Ravotril, no sé dónde meterme y me siento ridículo. El ambiente de las exposiciones es bien frívolo, como un panorama social.

Paula: Y también es bien cínico, porque uno no puede o no dice todo lo que piensa de la exposición. Es una construcción pública del artista.

Juan: Claro, pero al menos en la inauguración te puedes quedar callado o parado en una equina. Me pone muy nervioso ver las obras de teatro de mis amigos. Estoy todo el rato tenso frente a la posibilidad de que se equivoquen o se queden en blanco.

Paula: La última obra que hice fue la de egreso de la escuela, hace dos años, y en todas las obras me pasaba que antes de salir a escena me quería ir. Me bajaban ganas ciertas de irme, me recriminaba haber estudiado teatro; me torturaba pensando por qué me había hecho eso a mí misma, sabiendo que soy histérica. Pensaba que era algo masoquista de mi parte. Mi gran terror es quedarme en blanco. Pero no sé cómo es que el cuerpo recuerda. Grabando igual me pasa. Escucho el “acción” y me da miedo.

Juan: Pintando he sentido ese nervio. De hecho, a veces me he puesto a sudar, pero es un nervio sin público. Ese nervio con público lo encuentro una pesadilla. Por eso admiro tanto a los actores. Y en Chile no hay tan buenos pintores como si hay buenos actores.

Paula: Sí, yo creo que Chile tiene muy buenos artistas. He vivido en Berlín y en Estados Unidos y de verdad que en ambas partes pensaba que los actores y las actrices chilenos son mucho mejores. Más encima está la precariedad que impone otra manera de entender las cosas y ser híper creativos y arrojados.

 

 Belleza Coja

 

Juan: ¿Dónde encuentras lo lindo, la belleza?

Paula: Me pasa que en lo horrible y en lo crudo encuentro belleza. Nica me he sentido cómoda con los cánones hegemónicos, especialmente en la actuación. Cuando un actor o una actriz quiere ser bello o bella a toda costa, es que quiere verse a sí mismo, no hacer un personaje, y no encuentro nada interesante ahí. En lo crudo, en la crueldad, en la perversión hay belleza. Y, sobre todo, en la contradicción. Me gusta mucho más la herida, la grieta, que lo perfecto y lo lindo. Me pasa eso con las cosas, con los objetos y con las personas. Siempre me atrae más alguien que tiene algo extraño, particular, que no se entiende tanto.

 

Juan: Te encuentro toda a razón. La perfección no tiene ningún brillo. Desde la estética, además, me parece que en el mundo de hoy no tiene sentido hablar de una belleza perfecta. La belleza de hoy debe ser coja. No creo que haya hoy algún lenguaje del arte que vaya camino a una perfección. En un mundo bastante decadente, el arte no va a representar un momento luminoso. ¿Estás leyendo algo?

Paula: En la cuarentena me di cuenta de que estaba leyendo a muchos más hombres que a mujeres y, aunque no me gusta pensar binariamente, me di cuenta de que necesitaba más referentes femeninos. Estoy leyendo a Joan Didion y también un libro que se llama Contagio, que es de un científico que hace como ocho años publicó esta investigación sobre las pandemias. Es un libro interesante y terrorífico. Hace pensar en cómo hemos arrasado con todo y nos hemos metido en entornos que no nos correspondían. Me hace sentido la decadencia de la que hablas y que es bien cíclica también.

Juan: ¿Alguna serie o película?

Paula: Este fin de semana terminé de ver La pianista, de Haneke, con Isabelle Huppert. Vi Climax y estoy viendo Homeland. ¿Tú?

Juan: Hace como dos años que estoy pésimo como lector. Solo leo cosas de plantas, fichas de familias de plantas. Imagino que son etapas. Cuando era chico era un gran lector. En mi casa lo único que había eran libros.

Paula: ¿Leíste La vida secreta de las plantas?

Juan: No, pero sí he escuchado harto de ese libro.

Paula: Parece que es hermoso, sobre cómo las plantas se comunican a través de las raíces y su manera colaborativa de existir. ¿Cuándo estás de cumpleaños para regalártelo?

Juan: El 9 de septiembre, así es que me debes el regalo.

Paula: Te lo voy a regalar.