Fe en el Caos
Son artistas, son pareja y son, según se declaran, libres o lo más libres que se puede ser en estos tiempos. Él, Lucas Estévez (29), es artista visual, forma parte de NAC Galería y se ganó una residencia en España, donde pretende partir cuando la pandemia lo permita. Ella, Roberta Nicolini (33), ha sido actriz, está incursionado en la música – desde donde adquiere el nombre de Nina del Mar— y después de cinco años en París, obligada por la crisis sanitaria mundial, volvió a Chile donde se enamoró de Lucas, a quien pretende acompañar en su viaje.
Rita Cox F.
Los dos han estado aquí y allá. Lucas Estévez nació en Madrid, mientras sus padres—su papá es abogado y su mamá es antropóloga— hacían sus postgrados. Tenía dos años cuando la familia volvió a Chile. Creció sin televisión ni consolas. Sí con un especial interés por disfrazarse y por pasar la mayor parte del tiempo dibujando, obsesivamente como dan cuenta una pila de cuadernos que su padre le mostró no hace mucho. La determinación de estudiar Arte fue algo lógico que a nadie sorprendió. Un capítulo natural de intereses cuidados con cariño por su entorno.
Roberta, hija de Roberto Nicolini, el popular creador y presentador del clásico programa infantil Pipiripao, y de una madre con talento en la gráfica, creció en un ambiente tan estimulante como exigente. Sus padres no solo ponían toda la energía y recursos en el espacio televisivo nacido en 1984 en las pantallas de UCV-TV. También montaban circos y teatros e itineraban por la región. Roberta muchas veces hizo de actriz infantil, camino que no quiso seguir, tal vez por cierta rebeldía contrageneracional. Estudió Arte, un año, en Filadelfia. De regreso se matriculó en Asistencia Ejecutiva Bilingüe, en Manpower. Trabajó en empresas, se aventuró sin éxito en el negocio del reparto de comida e hizo unos talleres de actuación, pero la urgencia de pagar cuentas colapsó ese plan. En su proceso de búsqueda, con pasaporte europeo en mano gracias a una abuela que arribó a Chile en el Winnipeg, partió a París sin saber palabra de francés y con plata para seis días de alojamiento. Allí trabajó en un restaurante de hamburguesas y fue babysitter. Una noche conoció a la directora de casting de un teatro chico, que hacía circo, perfomance, cabaret y “agarré pega en ese teatro, haciendo de todo. Estuve trabajando como dos años”, cuenta. Bastante instalada estaba cuando se desató la pandemia, las crisis de todo tipo, y decidió regresar por unas semanas. Semanas que se convirtieron en 14 meses. Por estos días, en París, espera reunirse pronto con Lucas.
Nina del Mar
“Adopté el Nina cuando, en París, entré a trabajar en un teatro y me era difícil expresar mi nombre por las ‘erres’. Nina era fácil en todos los idiomas. Nina del Mar es la evolución que llegó. El mar es muy importante para mí y para mi proyecto musical cree un personaje; una suerte de niña del mar, pero yo le saqué la ‘Ñ’. Tiene relación con Neptuno, dios del mar, que también representa la música y el cine. Nina llegó a mi vida”.
Roberta / Nina del Mar
Artista y “poliartista”
“Me considero poliartist, aunque ahora estoy dedicada a la performance musical. En estos últimos dos años me volví músico, me puse a componer y estoy editando mi álbum. Hace poco estrené el video de mi canción BBMBB. Un video que grabamos y dirigimos con Lucas. Antes había hecho otro video, el de Spellbreaker (en www.ninadelmarwold.com). Hago arte, música y perfomance porque lo necesito. Lo hago para mí. La música que hago nace de mí y para mí, porque soy yo la que necesita escucharla. A través de lo que hago veo un reflejo de mí y esa honestidad es como la casa de los signos del zodiaco. Hago esta música en una etapa en la que creo que puedo verme mejor de lo que podía antes. Tengo más clara mi autopercepción. Mi trabajo es un espacio para descansar, mi propio planeta digital para descansar en él. Es un planeta en construcción, donde está el azul, color de la tristeza; donde está el Océano Pacífico, frío, duro, fuerte, invencible y con un ecosistema perfecto. En mi música voy desde la melancolía a la euforia. Me gusta mucho la música de los 90; full George Michael y Sade. También el ambient. Daddy Yankee y el hip hop son otra gran influencia. Música con gran energía vital y sexual”.
Roberta / Nina del Mar
Entre cinco y mil años de amor
“A la Roberta la había visto en un par de carretes, la seguía en redes sociales, el mundo es chico. Yo tuve otras relaciones y luego, soltero, en pandemia, ella había vuelto de París a Viña. Mi mamá abrió un hotel en Cerro Alegre y yo estaba yendo mucho a Valparaíso. En uno de esos viajes nos encontramos. Después de haber hablado harto por redes sociales, quise verla. Antes de conocerla todo de ella me provocaba curiosidad, me gustaba”.
Lucas
“Llevamos entre cinco años y mil años juntos. El destino nos unió. Yo llevaba seis años sola. Estaba muy concentrada en mi proceso artístico y soy muy estricta en lo sentimental. Necesitaba estar sola, descubrirme. Con la pandemia volví a Chile, comenzamos a conectarnos por redes sociales y a conversar, hasta que tuvimos una cita en la playa, en Las Torpederas, en Valparaíso. Nos enamoramos en pandemia. Me siento absolutamente afortunada. Me he dado la oportunidad de sentir cosas que pensé que no iba a sentir”.
Roberta / Nina del Mar
Pintura romántica y pop
“Elegí la pintura porque creí que era bueno pintando y por el goce de pintar. También por una cierta obsesión que apareció muy de chico, con cosas como volver del cine y sentir la necesidad y las ganas de dibujar la película completa. De niño hacía y volvía hacer la misma figura, el mismo dibujo. Esa obsesión infantil hoy se repite en el taller. Hoy pinto, pero no me quedo solo en la pintura. Mi trabajo es muy gráfico, me valgo mucho de la plantilla del stencil, trabajo mucho con el computador y el Illustrator, y hago plantillas y traspasos. No es solo la pintura, de la que me gusta ese lado romántico de la tela y mezclar los colores. Perfectamente podría hacer serigrafía, pero insisto con la pintura porque con ella tengo una relación larga. Me interesa el imaginario del pop, la globalización, Internet, las redes sociales, los emoticones. Imágenes que no invento yo, que son colectivas. Me parece que el contrapunto con la pintura es atractivo. También me interesa cuestionarme los alcances de la pintura, sacarla del muro, por ejemplo, y llevarla a la escultura y a la instalación”.
Lucas
La belleza de lo sucio y de lo pulcro
“Soy muy extasiada, todo me pone feliz, todo me parece bello. Puedo encontrar la belleza en lo que a primera vista se ve decadente, como también en la naturaleza. No creo que haya que esclavizarse con el ideal de belleza que circula, el típico que te ofrecen. Prefiero lo más puro y honesto. Me parece que para ver o generar belleza también hay que soltar el control”
Roberta / Nina del Mar
“Desde chico me he maravillado por las cosas que entran por el ojo, lo que llamo el ‘canapé visual’, marcado por eso que te interesó, que filtraste y que te queda. Ese educar el ojo te permite ver belleza en todo; en lo decadente, en lo cripy. Pero, a la vez, mi trabajo es muy pulcro, plano, intenta imitar esa calidad vectorial digital precisa. De hecho, esa pulcritud es lo que define en parte mi obra y para mucha gente esa pulcritud es lo bello. En mi pintura también me gusta poner cosas sucias junto a otros elementos limpios, para resaltar justamente el contraste. En el equilibro hay mucha belleza”
Lucas
Ser libres
“Me siento libre. Ser libre es no tener que dar muchas explicaciones de lo que hago. Ser mujer y no tener que dar explicaciones ni recibir presiones de cómo debo ser. Ser libre es ser dueña absoluta de mi tiempo. Me siento muy agradecida por eso porque no siempre fue así”.
Roberta / Nina del Mar
“Me siento libre y acogido desde niño, por mi familia y seres queridos. Para mí, libertad es vivir de lo que me apasiona, no sin dejar de sacarme la cresta y trabajar muy, muy duro. Pero lo que hago es invertir en mí, en mi obra. Y, al mismo tiempo, soy prisionero de mi obra y estoy encerrado en mi taller 24/7 con horario de oficina. Es mucho trabajo y la satisfacción está en ver los resultados, que regocijan el corazón. Es como el mito de Sísifo, que carga la roca y que cuando está por llegar a la meta, se le cae y debe cargarla una y otra vez. Eso, sin duda, también es libertad, porque ese loop lo elegí yo”.
Lucas
Precariedad
“Yo creo que vengo con ese chip de sobrevivencia. Es automático saber sobreponerme a la precariedad que conlleva vivir del arte. Y ahora lo que antes era precario hoy es minimalista, lo que implica un despojo, liberarse de lo material. Lucas termina una obra, la cuelga y si la vende ok y si no, eso no va a determinar que no vaya a producir otra. Si yo hago una canción, una vez que la publico ya deja de ser mía y estará ahí hasta que desaparezca de Internet. Es excitante hacer y es más doloroso no hacer. Hacer y que eso te lleve hasta donde te lleve. Antes me daba terror mostrarme. Hoy me siento sin miedo a los comentarios, a la crítica. Solté”.
Roberta / Nina del Mar
Entre Black mirror y la liberación
“Cuando estudiaba historia de la pintura, y obras como las de Picasso, pensaba que podía ser realmente muy fácil la creación desde la crisis. Me refiero a obras como las que Picasso hizo durante las guerras. Imaginariamente pedía a gritos una crisis para que saliera material y desatara una catarsis en la obra. Ahora, que estamos en una gran crisis, no llega de golpe, sino de arrastre, como una bola de nieve. Yo venía trabajando en mi obra algunos temas de lo digital y la pandemia ha inflado ese mundo de las redes sociales, del Zoom. Existe la cercanía para comunicarnos, pero también la deshumanización. Estamos viviendo todos en Black mirror”.
Lucas
“En París tenía mi casa, tenía mis cosas de cinco años de vida y, por la pandemia, volví a Chile. Volví a París a cerrar esa casa y una etapa que tal vez no hubiese cerrado o me hubiese demorado más en cerrar. La pandemia aceleró eso y me siento liberada y sin mochilas en la espalda. Murió la persona que me arrendaba el piso de abajo, cerré una etapa y conocí a Lucas”.
Roberta / Nina del Mar